La prisa mata, amiga – Eva Gallardo
LA PRISA MATA, AMIGA.
Un plan que se da sobre la marcha.
No hay una ni fecha ni hora fijadas con antelación.
Es un plan improvisado. Pero, con sus códigos.
Unos códigos no pronunciados, pero sobreentendidos.
Arranca por la mañana, aún en la cama.
Suele ser en días festivos o en fin de semana.
Bajo las mantas, teléfono en mano, lanzas el primer mensaje.
Va dirigido a tu amiga.
Ella sabe tan bien como tú que en este es un ritual “la prisa mata”.
Que lo importante es ir con calma, sentir las ganas de verse y ponerse al día.
Un rato después, la hora está fijada.
Hoy nuestro plan es “medinear”.
Hay cosas que contarse y hay que caminar. Pero, con tranquilidad.
Nos encontramos en el centro. Tras el abrazo, nos cogemos del brazo.
Arrancamos a la par paseo y conversación. Ni una cosa ni la otra va a ser lineal.
La conversación y la marcha, ambas, se van a interrumpir, atropellar, desviar, pausar, reconducir, aparcar, bifurcar …
Llamadas de teléfono, palabras de la conversación que te recuerdan gestiones pendientes, altos para saludar a conocidos y rechazar de pasada a los vendedores y camareros intrusivos, frenar en seco para sermonear a los jóvenes lanzadores de groserías, paradas ante la imperiosa necesidad de fotografiar por milésima vez rincones y callejones azules, esperar a que no pase nadie que afee la foto (cosa difícil pero no imposible), posar la una, posar la otra, detenerse bazar por bazar para ver, tocar y comentar los nuevos artículos de artesanía, regatear, valorar, dudar, resistir la tentación de comprar, retomar la conversación y … pausarla otra vez para identificar idiomas lejanos y desconocidos de los turistas que nos vamos cruzando, comentar sus atuendos (la medina es un escaparate viviente de la últimas tendencias planetarias en todos los estilos: bohemio chic, casual, minimalista, vintage, oversize, pijis de toda la vida, clásico, deportivo, montañero, cottagecore normalmente de asiáticas, hippies, …), analizar los últimos agravios urbanísticos, y, así, durante horas.
Son muchos temas entrecruzados, pero lo importante es no perderse y saber volver siempre a lo fundamental: ponerse al día y llegar a la plaza central. Somos conscientes que ambas cosas nos ayudan a resetear la mente tras una semana de trabajo y obligaciones cotidianas.
Llega la hora de elegir terraza para comer, y luego la mesa con el ángulo de visión adecuado para contemplar el ir y venir de la gente. Sabemos que toca esperar primero la carta, la comanda, la comida, los cubiertos que a veces llegan después del plato … Es el momento de recentrar y avanzar en la conversación, comentar los hitos de la semana y darnos ánimos en nuestros respectivos propósitos de hábitos de vida saludables, nunca logrados. Comemos, yo degustando y mi amiga criticando, rotamos de silla según la necesidad de exposición al sol, concretamos planes de ocio realistas de las próximas semanas y proyectamos otros que probablemente no se harán, pero sobre los que no nos privamos de soñar, pasamos al postre y con él, ¡al intercambio de fotos del paseo previo… “Mira! En esta estoy bien”, “Sí, en esa estás guapa”, “El lunes empiezo el gimnasio”, “Y yo la dieta sin pan”, “Y yo sin azúcar”, “Yo también”.
Cuando lo esencial se ha charlado y analizado desde todas las perspectivas y enfoques posibles, volvemos a transitar por el azul. Quizás otro hacemos otro alto para un té, o zumo, o helado, según la estación … Cuando el sol empieza a bajar, vamos replegando con la clara intención de abastecernos de esos pequeños manjares que, desde este lunes, este ya sí, sacaremos para siempre de nuestras vidas. En la despedida, puede darse un instante en el que una de las dos dude si regresar al bazar en el que dejó fichada esa artesanía irresistible …
¡Qué gran placer es medinear!
Eva Gallardo
19.05.2024